sábado, 24 de diciembre de 2011

Fiebre de cólera

Ya comenzó a temblar tu cosecha. Mis brújulas manos marcan el fin de lo previsible. Tu ruleta demencia rompe el aurea de los pájaros. Una lluvia de alfileres sobre mi cabeza corta la electricidad. Espacio de tinieblas. Un rescate a cargo del segundero policía, por cierto rengo. Un cometa que me regala un sobre. Sobre de soledad. Lágrimas doradas. Las carrozas de viento, que escriben la historia, capturadas por una tormenta. La historia y la carroza confundidas. Felicidad forzada. Un árbol que me quiere adornar la cara. Tu semblante en forma de cajón. Cajón que se vuelve pesadilla. La caída libre. Cerezas aplastadas y suelos de arena, arena que te absorbe. Aire de plomo y para terminar... El silencio.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Calderón

Había una necesidad de inventar,
las estrellas aún dormían
no eran chocolates ni tampoco flores
no lo sé
pero una melodía nos seguía todas las noches
vos sabías que en el silencio existen lagunas
y que en cada calderón se detiene el tiempo
porque fue en un de esos calderones,
que el contorno de esa melodía se desdibujó
y al abrirse una puerta y una canción
apareciste como un niño
frente a uno de mis lunares más íntimos,
tu lengua corrió desesperada
y caímos en la laguna que nos vistió de negro…
te miré mientras lucías entre reflejos y sombras
y abracé tus diferencias para que mis juicios no corrieran
entonces entendí la impunidad de tu belleza
que no hizo más que extender la profundidad de las aguas.

martes, 20 de septiembre de 2011

De aquí para allá

De aquí para allá, de arriba hacia el centro y de nuevo hasta final,
las ruedas arrastran días de sol y de hierbas
desgastan los huesos de un río, allá arriba en las montañas.

De aquí para allá, nos detiene la difunta correa
nos saluda el mercado colorado,
un caballo anuncia el fin de las luces
un trágico desencuentro con el inconciente se desata,
emerge el tormentoso y sonámbulo crepúsculo,
parecido a la bruma y al deshielo
que al ingresar a las gradas se vuelve a congelar…

Por suerte al final nos esperan los lobos
que siempre están de buen humor y nos quieren de comer.

De aquí para allá y desde otra orilla suena la misma voz
que se convierte en canto, en aire de montaña y viento del Sur.

lunes, 18 de julio de 2011

De a tres

Suelta el hilo que cuelga de mis dedos,
huye por senderos que desagüen este agónico desamor,
derrite esos senderos,
conviértelos en riendas de suela,
acompañado por tus fieles mapas de origen (por cierto) alegórico
 y pídele al sol un deseo.

Permite el sigilo que esconden tus ventanas,
camina entre sus ansias y las mías,
pero no manches transparencias a destiempo
ni quieras darle forma al viento
(aunque parezca un satélite medieval).

Duérmete en su sexo,
que se nubla entre sus trenzas
y aunque busques en sus cabellos el fauno de mi vigilia
sigue el silencio subterráneo
(el de los astros)
hasta encontrarme arena y oscura.

Mi ninfómana estadía comienza a abrumarse,
pieles, limbos y espejismos recurrentes,
anestesiados pensamientos
(incluyendo las ciruelas).

Cruzada de eclipses,
me relajo un instante
y espero que duerman las sirenas
para sembrar un ramo de lilas
(en tus orejas)
y encontrarte en el páramo divino.

sábado, 25 de junio de 2011

El Acis de Sicilia

Durante las frescas noches del refugio, la bella ninfa Galatea se sentaba en una inmensa roca que le recordaba a sus ancestros. Con el corazón en la tierra, no dejaban de mirarse. Galatea aprendía a su lado el paso del tiempo pero no dentro del espacio, sino como el idioma que hablaba el viento. Les gustaba contemplar cuando la luna llena transformaba las lagunas en vientre de llanuras y las hacía copular con el reflejo de gruesas montañas. Dormían abrazadas entre estación y estación y pasaban horas escuchando el ruido de las hojas secas golpear la tierra.
Un día se adentró un Cíclope al refugio. Reclamó a su adorada Galatea, la raptó y amenazó a Acis, la roca, con dejarla amorfa hasta el fin de la existencia si ella intentase detenerlo. Acis no logró rescatar a su amada pero juró venganza.
Galatea fue secuestrada en la cueva de su victimario Polifemo. Allí paso días y meses encerrada bebiendo agua exprimida de las arenas húmedas y comiendo restos de hojas secas. Polifemo se acercaba en el alba, mientras ella soñaba, para oír sus anhelos. Luego soplaba sus pechos para poder ver con claridad sus pezones que tanto le inquietaban.
Una noche de rayos y tormentas Galatea aprovechó el estruendo para echar al viento un grito de desesperación. Éste viajó en el aire hasta llegar a Acis y contarle acerca del escondite donde se hallaba secuestrada su ninfa. Para ello entonces le pidió al río que la condujera a aquella cueva donde se escondiera el Cíclope. Al día siguiente, al llegar a las orillas de su cueva, Acis vio a Polifemo tomando agua del río. Cuándo él sumergió sus manos entre las rocas, ésta la aplastó dejando una de sus manos atrapada. Polifemo furioso juntó fuerzas y logró salirse de aquella batalla, pero su mano empezaba a morir. Todo su cuerpo empezaba a dormirse. Con la otra mano golpeó la roca y luego la arrojó al aire. El Cíclope agonizaba mientras Galatea, al escuchar la roca romperse en mil pedazos, corría inmediatamente hacia ella. Reconoció en aquellos pedazos a su amada Acis ya muerta.
Entonces con su sangre y sus lágrimas alimentó aquel río para poder bañarse en él cada día. Lo llamó el Acis de Sicilia y cuentan las montañas, las que más son de confiar, que de tanto bañarse en aquellas aguas quedó preñada y dió a luz tres críos: Gálata, Celto e Ilirio.

martes, 7 de junio de 2011

Transición

Las hojas callan, no temen
Lucen sus trajes de hilo castaño
Sus brazos carmesí,
Sus vértices filosos,
Sus alas rigurosas

Planean una fuga,
Un salto colosal
Un leve ardor entre sus tallos
Las inquieta al despertar

¡Ay, pobres las hojas!
Que al caer perderán sus sombras
Pero podrán ver por primera vez en perspectiva
A quien fue su amante toda la vida
Y enamorarse más en lejanía 
Como se enamoran las personas de los Dioses
Al no depender de ninguna anatomía 

Ya vienen las nueces y el almíbar
A extraer de sus tallos el color
Y en el éter golondrinas
Las elevan hasta el sol

martes, 17 de mayo de 2011

La voz tomada

Salgo a la calle. Sale mi garganta acompañada por un ejército de glútenes pegajosos. Es un día poco habitual, el aire se sale caliente por mi nariz. Sin embargo hace frío. En la vereda de enfrente unas placas terroristas dan un concierto de cámara para 13 instrumentos que me recuerda a Alban Berg. Suena agradable. Empieza a nevar. Los instrumentos se quedan blancos. Un hilo de luz atraviesa mis cuerdas vocales. Las deja sin aire. Crisis faríngea. Epiglotis abre una misa, convoca a los ganglios para rezar un credo múltiple de sanación. Éstos llegan atosigados por la mañana y obesos de culpa. Casi no se pueden mover, pero cumplen su deber en colusión. Irrumpe en la misa un nódulo desesperado anunciando que las cuerdas han sido secuestradas. Escándalo laríngeo. Los ganglios anuncian un toque de queda, los pólipos y los nódulos irán a refugiarse con Mamá Úvula. Epiglotis recluta las fuerzas armadas laríngeas para rescatar a las cuerdas. Se sospecha que las placas terroristas hayan interceptado el planeta Garganta con sus melodías atonales y que los ganglios sean sus aliados secretos. Glotis, hija de Epiglotis, ordena rodear el planeta Amígdalas. Efectivamente allí los encuentran, las placas terroristas, una comunidad en apogeo. Epiglotis manda a llenar tanques de propóleo y miel, fusiles de limón y escopetas de eucalipto para combatirlos. Los soldados obedecen, pero nada puede contra su poderoso sistema reproductivo. Las placas siguen conquistando Amígdalas y amenazan con hacer estallar Garganta para ser la nueva especie atonal con cuerdas. Glotis les ofrece un pensamiento a cambio de las cuerdas y el planeta Amígdalas. Un pensamiento, piensan. Valga la redundancia, eso les gusta.
Entonces el director Placton reúne a sus músicos que ya suman 200.000 y forman la orquesta sinfónica más grande del cosmos. Para convocar este pensamiento tocan una melodía Plactónica y luego un eclipse los devuelve al aire.

jueves, 21 de abril de 2011

Monólogo pretéritamente imperfecto

Quisiera que algún día se casara el café con las tostadas. El diario con el jugo de naranja. Que el sueño no me penetrara cuando estoy pensante por la noche o suspendida en la mañana.

Quisiera que los días tuvieran pausas en las que la gente pudiera verse desnuda. Que no exista la ropa interior. Quisiera entender el color de la lluvia, el del horizonte que se vuelve espuma, experimentar el sabor de una esponja en la ducha.

Quisiera que las nubes fueran cremosas, los árboles dulces. Quisiera salir a la calle y no temerle a las baldosas ni a su complejo sistema de lunares que se reproducen. Quisiera que el conocimiento fuera intercambiable y también el sexo por un día y entonces al fin sentirme un ser humano conciliable.

A veces quisiera no tener elección sobre qué querer sino una simple y concreta opción para escoger. Que un cumpleaños te sorprenda en cualquier fecha y no contar las horas entre estación y estación sino dar vueltas. Y vueltas. Y vueltas hasta que por fin un instante el inconsciente caminara de día como de noche de la mano de mi vientre que tanto se desconocen.
Quisiera que esta letra grande no me llamase más la atención que las anteriores y por eso hacerlas sentir inferiores.

Quisiera no querer el querer ser querida por aquellos que quisieran quererme más lejos de lo que yo quisiese que me quisieran querer y nunca más poder elegir quién querer ser, sino serlo sin querer.

miércoles, 6 de abril de 2011

Cáncer de Ideas

Es el momento de confesarles, mis queridos oyentes, que en mi cabeza prospera un tumor altamente maligno que se expande a lo largo de toda mi corteza cerebral. Ha invadido el continente más concurrido por mis neuronas hijas de La Corte del Paraíso que ahora se apagan y ensordecen con el canto de las rocas. Recuerdo el día que se instaló en mi jardín de epitálamos. Yo era pequeña, tenía una colección de cisnes y un lago de cuentos. También tenía una amiga, Felipa, a quien nunca conocí pero siempre me habló desde el edén a través de mis ojos. Nos divertíamos buscando el lunar más grande en las paredes de mármol de mi baño. Siempre me aconsejaba en la plaza con qué niños jugar y jamás se equivocaba.
Un día cayó un pedrusco con forma de arroz, no muy grande y allí se quedó en silencio. Con el paso de los días lo vi que empezaba a alimentarse de mis cisnes y de mis cuentos. No hacía otra cosa que engordar y perforar mis lóbulos temporales. Obviamente, Felipa murió aplastada y entonces yo sentí un gran vacío. Sin Felipa todo me generaba desconfianza.
Un día la piedra me empezó a hablar, a dar órdenes. Sembró miedos en todas las flores de mi jardín por lo que obedecí hasta quedar presa de sus mandatos. Así viví 10 años de mi vida, esclava de este cáncer y ausente en mis ilusiones. Mi mente ahora atrofiada corre un grave peligro provocado por la extinción de ideas en uno de mis hemisferios. El médico me dijo que escribiera cuentos para que volvieran los cisnes a mis lagos y así poder combatirlo. Por eso escribo.
Si dicho está este monólogo, entonces pueden ahora preguntarse mis queridos oyentes, si sus ideas no correrán el mismo peligro de ser víctimas reprimidas y ofuscadas de esta enfermedad que aniquila el inconsciente del ser humano echándolo a las irrevocables tierras de la mediocridad.

martes, 1 de febrero de 2011

El grillo y el pulpo

Todo comenzó en una bañera repleta de pieles y lenguas cocidas. Una luz pálida afilaba el mármol de las escaleras, dejándonos en penumbras como mariposas azules. Nos deslizábamos con el vientre entre los codos con plumas grises en la boca y sudor de caramelo en el cuello. Recuerdo mis pechos pegajosos, estridentes, parecían estrellas. Por un momento miré al techo. Había un pulpo que nos observaba, estático. Nos detuvimos a mirarlo. Era fucsia con bordes violetas. No dijo nada, sólo emitió un ruido viscoso. De repente ¡plaf! Cayó al piso. Lo observé de cerca. No tenía ojos ni boca ni pies, pero su redondez me dio la sensación de que estaba muy solo y quería que lo alzara. La bañera desapareció y quedamos él y yo solos. Alcé al molusco y al hacerlo me estremecí por la cantidad de viscosidad que emanaba la textura de su piel. En frente mío se dibujó una ventana. Ya estaba abierta. No quedó otra. Me sentí muy segura de arrojarlo al abismo así que con las dos manos lo saqué afuera. Antes de hacerlo, lo miré por última vez. Era un bebé. No entendí si era de carne o porcelana, pero me habló. Me dijo que ya sabía que moriría. Así que lo arrojé.


Caí en una playa. A mi derecha, un médano gigante amarillo y puntiagudo crecía sin límites. A mi izquierda, una hoja muy verde contrastaba con el médano y me sonreía. Un grillo vestido de traje se trepó a mi pie. Me dijo que le encantaría verme disfrazada de flamenco. Me causó gracia. Conversamos un largo rato. Le confesé que temía el mar profundamente y le pedí que me llevara lejos de él. Me invitó a su casa de fresias, detrás del médano. Acepté. Caminamos entre veredas de amapolas y ramos de jazmín, yo llevaba un vestido celeste hasta las rodillas. Al llegar me quitó el corpiño y me pidió que me disfrazara de fresia. Me causó gracia. A él no. Me dijo que se acercaba una ola larguísima. Observé lejos: el mar ya empezaba a derretir los médanos. Corrí espantada. Resolví huir pero el grillo seguía posado en mi ojota. Me enojé y lo arrojé al agua. Luego me arrepentí pero ya era tarde.

domingo, 23 de enero de 2011

Bomba craneal

Finalmente estalló la bomba en mi cabeza. Volaron espejos por todas partes. Los vidrios se iban convirtiendo en limones verdes. Luego naranjas. Sangraban pis amargo de limón. Bailaron su coreografía ácida durante toda la noche, hasta pudrirse. Desde aquel mugriento y oloroso pantano los recuerdos se volvieron ceniza para resurgir perfectamente limpios. Esta vez parecían tomates. Quería que fueran tomates y probar el pis dulce de tomate con aroma a semillas verdes… ¡Oh!...¡Sí!¡¡¡Eran tomates!!! Los recibió una de mis neuronas, la más retraída de la comunidad neuronal. Se llevaron de pelos. Mientras se vestían unos a otros recordé la era de los tomates, tan fresca como un banquete navideño. Se me daba por cantar desnuda entre las hierbas y plantar zanahorias. Cada tanto pintaba una tortuga, un pez o un hámster y los mezclaba con el agua y el vinagre. Se murieron. No importó. Vinieron las extensas charlas con Pinina, mi muñeca de trenzas, enredadas en el balcón. Sonaba una orquesta lejana en el medio de un campo. Dirigía un tomate gordinflón. La orquesta tocó durante tres días sin parar. El cuarto día el tomate estalló y la huerta rompió en aplausos.  Al toparme con ella no pude parar de llorar. Lloré horas y horas. Fue glorioso.

domingo, 9 de enero de 2011

Pausa

Hola, nos casamos?
Casémonos mañana… y… pasado! Y… tambien tras pasado… bueno… porqué no el día que sigue después de mañana? O quizás…. Mañana por la noche, o este mediodía a la tarde. Nono. Jueves al medodía! Sí si los jueves hay ravioles con variedad de salsas. Podríamos armar la salsa que más nos identifique: tomates con ajo aceite y leche.
Eso me gusta. Sino los viernes hay Uvas y de postre Yogur de Almendras.
Los miércoles hay tenedor libre, son demasiadas opciones y…bueno, no logro tomar una decisión… (es importante estar decidida en el momento de casarse). Los martes no nos dejan opción: Cocktail de Berenjenas (Rojas o Verdes, como te gustan a vos mi amor)
Y los lunes… son lunes, los relojes se atrasan y hace frío.
En fin… podríamos inventar un día con todos estos retratos y colores y congelarlos en un refrigerador.