viernes, 3 de mayo de 2013

Querido psiquiatra

Hoy me ha dejado sin aliento. Hemos trabajado largas y arduas drogas, digo horas, en repetidas sesiones y aún así me siento más perdido que encontrado. No entiendo muy bien esto del niño con miedo y encerrado ¿es que acaso no hay salida? ¿estaré volviendo al A-B-C? ¿a ahogarme en una pileta?

El psicoanálisis me ha perforado el pecho y ahora me siento, por primera vez de verdad, huérfano. ¿Qué medicación me recomendaría usted, honorable doctor y médico, graduado y posgraduado, para el niño con miedo? ¿Existe una poción mágica para los desamparados como nosotros? Gracias a las pastillas que usted me dio, que me costaron la mitad de mi sueldo, pude dormir 6 horas en vez de 3. Sísí, eso es muy bueno doctor... aunque durante el día camino sobre nubes de helio y me laten algunas venas en la pantorrilla de manera inusual. Tampoco siento los dedos de los pies y el antidepresivo me ha quitado el apetito, me sube el corazón a la glotis cada vez que me levanto y últimamente solo puedo pensar en el nervio perineo que me molesta constantemente. En casa he intentado estimular el abdomen para recuperar el espíritu que hace tanto no come ni respira. Eso lo aprendí de Platón.

Querido doctor, día y noche paso caminando del sillón a la cama y de la cama al inodoro. Mi único rumbo fijo es usted. Es mi único contacto vivo en el mundo. Querido doctor, por favor, no me abandone.