sábado, 1 de junio de 2013

El día que volví al campo

El día que volví al campo el eucalipto estaba negro. Un rayo lo había hechizado para siempre. Olía a tizón de poleo disecado. La inquisición de los cedros medievales había comenzado, perseguidos por el otoño romano. Entre los arbustos llovían luciérnagas con alas verdes. Me pregunté si el tiempo había pasado para ellos como para mí. Si me habrían extrañado. Reconocí dos nidos de hornero ocultos detrás de las columnas de hormigón gris. Me pregunté si seguirían cocinando aquella fina sopa de legumbres que había probado hace siglos, acompañada por la comunidad de calabazas exóticas que crecía en los lugares más remotos del jardín con sombreros de pino en sus cabezas. Por la noche, el perro y la luna tuvieron un romance frugal. Yo pinté un caballo en la galaxia que por cierto, me recordó al día en que nací.