jueves, 14 de noviembre de 2013

Auténticas rosas

Cuando me acuesto en la cama me gusta pensar en rosas.
Rosas silvestres, rosas de almíbar, dulces de rosas.

En mi afán de ser rosa, elijo una diferente cada noche para contemplar y desnudar de color. Si el desvelo me lo permite la pinto de azul. Luego la doro a la luna y termino por buscar algún pétalo descosido que pueda chorrear en mis labios.
Y chorrean azules montando el crepúsculo.
Crepúsculo de mi creación de rosas.

Rosas espesas, rosas cristalinas, molinos de rosas.

A las más complejas les dibujo un sombrero de hongo.
A las menos retorcidas las baño en azúcar.
Y quien sea la afortunada rosa, deberá sonreír, porque en mi jardín soy reina y dueña de todas las rosas.

Rosas cándidas, rosas morenas, pieles de rosas.

Todas saben que antes del amanecer me perderé en algún laberinto de pétalos. Que dormiré acurrucada en su cálida corola. Entonces, tal vez algo pase en Borgoña. Se bailará una polka o se entonará un Kyrie. Todo será posible en mi auditorio, auditorio del aire del disimulo de rosas.

Rosas estridentes, rosas perforadas, violines de rosas.

Con la punta de mis dedos rosaré cada uno de sus tallos hasta encontrar el aguijón, y el almíbar subirá intravenoso hasta encontrar el crepúsculo.