sábado, 18 de agosto de 2012

Anécdota en el bosque

Fue un viaje de titanes. Había que improvisar máscaras y puertas y cada tanto un farol nos iluminaba a los dos en un santiamén de transparencias. Y entonces recordaba que éramos un bosque adormecido. No podía querer otra cosa que despertar y seguir siendo sauce, viento del norte o agua del río cayendo. Pero a veces despertaba como una ninfa más y me miraba los pies y eran pálidos de ninfa. Entonces un día corrí a una cueva y lloré silenciosamente durante meses y hasta hoy, esperando algún día despertar y encontrarte cantando tu aria de lluvias y yo con rosas en el pelo, para nunca tener que volver a contar los días.