martes, 4 de febrero de 2014

Qué tendrán las agujas

qué tendrán las agujas
que derriten figuras,
los amores violetas,
traicionando el instinto
y dejándome amarga
en un tránsito de luna llena

qué tendrán las agujas
que se vuelven silencio
y rozan las lenguas
las suelas gastadas,
para arrastrar los restos de dulzura
que acumula tu mirada

quiero que me enseñen un canto
como el de las sirenas
para cuando callen las agujas
y yo quede durmiendo sola sobre la arena

¡qué frio el del frío por enfriar!
que deja un bosque de amelias dormidas
y un rayo de histeria
me ahuyenta de tu playa escondida

las agujas limpian tu memoria
se acumulan en la mia
y la noche se vuelve confusa
(parte de la lejanía)

pero no olvidar, no olvidar
que existo y luego invento
y en el vaivén de una ola
amaneceré en un lejano viento.

jueves, 14 de noviembre de 2013

Auténticas rosas

Cuando me acuesto en la cama me gusta pensar en rosas.
Rosas silvestres, rosas de almíbar, dulces de rosas.

En mi afán de ser rosa, elijo una diferente cada noche para contemplar y desnudar de color. Si el desvelo me lo permite la pinto de azul. Luego la doro a la luna y termino por buscar algún pétalo descosido que pueda chorrear en mis labios.
Y chorrean azules montando el crepúsculo.
Crepúsculo de mi creación de rosas.

Rosas espesas, rosas cristalinas, molinos de rosas.

A las más complejas les dibujo un sombrero de hongo.
A las menos retorcidas las baño en azúcar.
Y quien sea la afortunada rosa, deberá sonreír, porque en mi jardín soy reina y dueña de todas las rosas.

Rosas cándidas, rosas morenas, pieles de rosas.

Todas saben que antes del amanecer me perderé en algún laberinto de pétalos. Que dormiré acurrucada en su cálida corola. Entonces, tal vez algo pase en Borgoña. Se bailará una polka o se entonará un Kyrie. Todo será posible en mi auditorio, auditorio del aire del disimulo de rosas.

Rosas estridentes, rosas perforadas, violines de rosas.

Con la punta de mis dedos rosaré cada uno de sus tallos hasta encontrar el aguijón, y el almíbar subirá intravenoso hasta encontrar el crepúsculo.

jueves, 15 de agosto de 2013

Milena, la de los ojos violetas

Por las noches Milena, la de los ojos violetas, se asomaba al río, el llamado Aqueronte de las almas muertas. De cerca proyectaba su rostro entre las sombras. Se miraba. Se reía. Se volvía a mirar. Su belleza era tan pálida que iluminaba las aguas como la luna el horizonte. Pasaba horas y horas frente aquel río hasta perder noción de las estrellas. Un oso la observaba de lejos con disimulada obediencia, comía pétalos dorados de jazmín. Milena sintió una contracción en el vientre. De sus manos cayeron gotas que alimentaron al río. Luego pudo verlo entre los árboles, sus ojos negros. Allí se quedó dormida. La noche siguiente volvió al río, esta vez en busca de la criatura. Estaba empapada de rocío. Apareció el oso con su hocico dorado de nuez.

-Tú eres Milena, la de los ojos violetas.
-Sí.
-Mañana tendremos un hijo…
Ella no sonrió. Lo besó en el hocico y le dijo.
-Vivirá en este río, pero podrás mirarle todas las noches.

El oso la abrazó con su melena húmeda. Luego desapareció. Milena volvió a mirarse entre las sombras. Su pelo había oscurecido y de sus manos chorreaban pétalos de jazmín. Al amanecer la rodearon las hierbas y los hongos empezaron a crecer.

sábado, 1 de junio de 2013

El día que volví al campo

El día que volví al campo el eucalipto estaba negro. Un rayo lo había hechizado para siempre. Olía a tizón de poleo disecado. La inquisición de los cedros medievales había comenzado, perseguidos por el otoño romano. Entre los arbustos llovían luciérnagas con alas verdes. Me pregunté si el tiempo había pasado para ellos como para mí. Si me habrían extrañado. Reconocí dos nidos de hornero ocultos detrás de las columnas de hormigón gris. Me pregunté si seguirían cocinando aquella fina sopa de legumbres que había probado hace siglos, acompañada por la comunidad de calabazas exóticas que crecía en los lugares más remotos del jardín con sombreros de pino en sus cabezas. Por la noche, el perro y la luna tuvieron un romance frugal. Yo pinté un caballo en la galaxia que por cierto, me recordó al día en que nací.

viernes, 3 de mayo de 2013

Querido psiquiatra

Hoy me ha dejado sin aliento. Hemos trabajado largas y arduas drogas, digo horas, en repetidas sesiones y aún así me siento más perdido que encontrado. No entiendo muy bien esto del niño con miedo y encerrado ¿es que acaso no hay salida? ¿estaré volviendo al A-B-C? ¿a ahogarme en una pileta?

El psicoanálisis me ha perforado el pecho y ahora me siento, por primera vez de verdad, huérfano. ¿Qué medicación me recomendaría usted, honorable doctor y médico, graduado y posgraduado, para el niño con miedo? ¿Existe una poción mágica para los desamparados como nosotros? Gracias a las pastillas que usted me dio, que me costaron la mitad de mi sueldo, pude dormir 6 horas en vez de 3. Sísí, eso es muy bueno doctor... aunque durante el día camino sobre nubes de helio y me laten algunas venas en la pantorrilla de manera inusual. Tampoco siento los dedos de los pies y el antidepresivo me ha quitado el apetito, me sube el corazón a la glotis cada vez que me levanto y últimamente solo puedo pensar en el nervio perineo que me molesta constantemente. En casa he intentado estimular el abdomen para recuperar el espíritu que hace tanto no come ni respira. Eso lo aprendí de Platón.

Querido doctor, día y noche paso caminando del sillón a la cama y de la cama al inodoro. Mi único rumbo fijo es usted. Es mi único contacto vivo en el mundo. Querido doctor, por favor, no me abandone.


miércoles, 10 de abril de 2013

Ya no te escondas Fermín...

Fermín…Ya sal de ahí… Te dije que no te escondieras detrás de la heladera… Si te has confundido con dulce de uvas ya sabes, no es mi culpa, ahora eres miel y quiero verte los ojos. Vamos Fermín... me prometiste que cantaríamos una canción ridícula, que escribirías una obra de teatro para mis muñecas, ¿dónde ha quedado todo aquello? Es que las mentiras ensucian tu boca y la vuelven filosa Fermín. ¿Sabés qué? Mejor te dibujo en la vajilla para escupirte en los ojos y dejarte sin luz. Oh no, no, perdón, quiero decir… mejor es besarte por la mañana en secreto y que tus labios mojen mi mejilla. Es que Fermín… deseo tus montañas… dámelas por favor. Pero de nuevo te escondes en ellas y desde una galaxia monstruosa me derrites la punta de los dedos. Ahora por tu culpa ya no podré acariciarte en la noche… mejor dicho, en mis sueños. Aunque puedes arrepentirte y regalarme un frambuesa bañada en oro o en tu sangre. Eso me haría feliz Fermín, me haría despertar… ¿No te gustaría? Bueno, veo que no. Y ya no te hagas el vikingo valiente que puedo ver tus piecillos muertos de vergüenza asomarse por el furgón de alimentos. Otra vez lo repites como todas las noches. ¿Cuándo voy a probar tus caricias? Estoy por ahogar tus flores en el silencio de mi mesa de luz, con gasas y velos transparentes que destiñan sus colores.
Pero no puedo dormir…
Ven por favor Fermín…
Te lo suplico.

viernes, 9 de noviembre de 2012

El mal tiempo prolongado

Yo me fui a dormir una noche, como todas las noches, creyendo que en ese instante, como todos los instantes, caería habitualmente y sin culpas, quiero decir las que son involuntarias, en la rutinaria cuenta regresiva de mi vida. Nunca jamás pensé, en este caso me refiero al pensamiento inductivo, el valor que tendría mi libertad, la de origen social, en la totalidad del ser humana; que si algún día quisieran, quiero decir un sujeto malvado, secuestrarla a cambio de colibríes, los que cotizan más alto, sería una gran estrategia de la cual no sabría cómo escapar. Pero la pregunta es ¿quién?, es decir, ¿quién querría quitarme la libertad? Yo, que yo sepa en mi corta vida, que ahora que la miro, para nada fue vida sino, como le dice don Julio, ladrillo de cristal, no le hice ningún mal a nadie. Bueno… errores claro que uno comete, de los que no son intencionales, pero ¿venganza inducida? no.... y pienso en las películas cuando empiezan a volverse espejismos, es decir, que uno se empieza a identificar con la sensación de ficción, y la potencialidad de esas lejanas realidades que se vuelven cercanas. Es en ese momento en el cual tu colibrí ya está corriendo riesgo porque vino alguien, no uno cualquiera sino, “alguien” que mientras mirabas una película, de esas que son drama y suspenso, se encargó de negociar tu libertad. Entonces la película, no tan en el sentido de obra de arte sino de ficción, no solo no termina sino que empezás a ser vos. Por lo tanto, fue esa noche, de la que vengo hablando incesablemente, esa que parecía ser tan peligrosamente cotidiana, porque soy de esas personas que creen las cosas que me estaban por venir ya estaban escritas, en la que se rompió el ladrillo de cristal; y recordé súbitamente, quiero decir en consecuencia del quiebre, los tsunamis recurrentes de mis sueños, esos que desde chica me venían a buscar al inconsciente, que evidentemente, porque era clarísimo, se estaban manifestando. Entonces, ahora que soy nube y oscura, puedo recordar con claridad lo que era claro, como el agua cuando no está en movimiento. Yo en ese momento veía el agua desde mi nube, lo lejos que estaba de ella y me daba nostalgia (de las que te agarran cuando escuchas un tango del Polaco), y pensaba que sólo ese “alguien”, el que no tiene forma ni sexo, podría exorcizarme de esa nube. Qué triste la vida de una nube; no triste de aburrida, como sería la de un cactus, sino triste de lejana (o por lo menos yo la sentía así en ese entonces porque me tocó ser una negra y fría, de esas que las otras nubes se alejan porque tienen miedo de contagiarse). Sin embargo creí en ese momento que si me tocaba ser nube, negra blanca o gris, tenía que llevarla con orgullo y hacerla brillar, desde ese lugarcito, pequeñísimo lugar que el mundo me daba, como lo hace un pasto siendo pasto, tan solo, repetido y pisoteado, pero presente en cada estación.

martes, 18 de septiembre de 2012

Nostalgia invernal

Oh mi amor, ya no eres más.
Te has extinguido como el sol, olvidando las plumas doradas de nuestro encuentro que tan sinuoso se ocultó.
Una nube perfumada te acarició suavemente y yo la vi. Se irritaron mis ojos por eso atisban con dificultad. Intentan distinguir el horizonte de tu mirada que ya no es.

Oh mi amor, noches vacías nos esperan. Mi camisón se frunció de tanto acurrucarse. Mis pies están fríos y mis manos se congelan con la brisa de tu andar. Brisa serena de la mañana. Seguramente volverás a despertar con ella, como lo hacías antes de conocerme y aburridas estarán tus persianas de no bajar. También oirás las gotas de luz que por la noche penetraban en mi sueño.

Oh mi amor, no se si me oirás... la ciudad es muy ruidosa y el viento solo habla con las estrellas. Puede que en algún momento te encuentre bajo esta tierra hueca, con máscaras de limo y pelucas de aluvión, tejiendo un vals entre las rocas.

sábado, 18 de agosto de 2012

Anécdota en el bosque

Fue un viaje de titanes. Había que improvisar máscaras y puertas y cada tanto un farol nos iluminaba a los dos en un santiamén de transparencias. Y entonces recordaba que éramos un bosque adormecido. No podía querer otra cosa que despertar y seguir siendo sauce, viento del norte o agua del río cayendo. Pero a veces despertaba como una ninfa más y me miraba los pies y eran pálidos de ninfa. Entonces un día corrí a una cueva y lloré silenciosamente durante meses y hasta hoy, esperando algún día despertar y encontrarte cantando tu aria de lluvias y yo con rosas en el pelo, para nunca tener que volver a contar los días.

miércoles, 4 de julio de 2012

Anoche volvió la sombra

Anoche volvió la sombra.
Yo estaba enterrando la última lágrima en mi balcón, cuando la sentí posarse en mi hombro.

Me estremecí.

Recordé la primera vez que la vi.
Oh…
vestía de colores
y me visitaba en mi balcón.
Rodábamos juntos en las épocas que mi balcón era grande.
Ella me enseñaba a trenzar la tierra y yo le enseñaba a cantarle a las plantas cuando estaban por morir.


Con el tiempo y las aguas, el balcón se fue achicando de manera exponencial y ella abandonó los colores. Sabía que al verla quedaríamos inmediatamente enclaustrados.
No pude evitarlo.
Y mientras rodaban nuevamente las lágrimas de la perdición, las baldosas comenzaban a temblar
y el vientre... ay, el vientre...


Guardé silencio hasta que me brotaron tentáculos.
Una oruga se trepó a mi cabeza y empezó a gritarle para ahuyentarla.
Pero su negrez me encegueció y no pude ver más.

A la mañana siguiente desperté.
Y pude ver el desastre.
Las difuntas y sepultadas lágrimas sobre la tierra habían inundado mi balcón,
que por cierto ya no era más balcón

sino polvo trenzado en la tierra.

martes, 22 de mayo de 2012

Sinfonía de Espera

Era una noche sin contornos. De una bruma que se parece a rocío invertido y que llega a tocar con los pies los edificios más altos de la ciudad. Esa que te obliga a entrecerrar los ojos y fruncir el seño, que viene escoltada de una llovizna invariable y fastidiosa. Yo me encontré quieta en el auto, con el motor encendido, las gotas golpeando el parabrisas, los vidrios empañados y un grano mal parido ubicado en el lado izquierdo de mi boca que no paraba de molestar. Acompañada, por supuesto, de mi más fieles compañeras,
las incondicionales,
las moralistas,  
las paulatinas y sosegadas,
las señoritas HORAS (si no las destaco se enfadan y empiezan a multiplicarse), que no se  despegaban ni un segundo de mis ojos,
de mi frente,
de mi teléfono
y tampoco de mi espejo retrovisor.
Yo, como siempre, fiel a la puerta de enfrente que se burlaba de mí y de mi grano punzante. Más cerca de ser estatua que pincel bailando, algo sofocada, comencé a golpear mi frente contra el volante numerosas veces, intentando acelerar el ritmo de aquella tediosa sinfonía.
Pero no.
No hubo caso.
El teléfono mudo, el aire quieto y un trueno que reposaba en un calderón para resolver en una cadencia plagal eléctrica que sonó bastante desafinada. Para mi mayor desagrado e insatisfacción, un gato se detuvo a mirarme compasivo.
Por un segundo quise ser como él…
mejor dicho,
quise ser él.
Supongo que fue cuando sintió fuerte mis anhelos, que salió corriendo hacia la otra esquina.
Y otra vez de la bruma a la puerta.
Pasó un largo rato y yo con la mirada alternada entre el retrovisor y el teléfono para acentuar mi vacío y soledad. La lluvia se volvió más sólida y sentí que tenía que imitarla.
Lo hice.
Fue como bailar un vals.
Y mientras llovíamos juntas, vi que finalmente se abría la puerta
Y salió el perro.
Se subió a mi auto pero no emitía sonido. Sin querer lo mojé y se enojó muchísimo, tanto que rugió como león y me arañó la cara con una mano.  Cuando lo quise acariciar me mostró sus fauces.
Yo sangré todo el viaje y el parabrisas se puso nervioso. Cuando frenamos el perro me dio un beso de amor y se bajó.
No pude seguir.
La bruma me llegó a los ojos, nubló mis anhelos y por último, el vidrio dejó de brillar.

sábado, 25 de febrero de 2012

Sombra de Dragón

Cuenta el silencio la historia de un niño, que entre otros, quiso cantar para ser una supernova en el universo. Pero en el camino, algo hubo que lo dejó ciego, sin rostro y sin pellejo. No hay rastros del suceso, solo un perro blanco que se hace llamar Sabueso y cuenta lo visto desde un espejo:
Al principio era de cuentos, no había humo ni trabas de hierro. Solo manchas en el suelo marcando un camino de hielo, que con el cantar de los niños dibujaban un paseo, dejándolos dormir sobre nubes de caramelo.
Con el pasar de los niños, los días se volvieron traviesos y las nubes espinas de color negro. Uno de ellos observó de noche, que si no cantaban, las manchas crecerían en exceso, pero ninguno de los otros se creyó tal cuento. El niño fue entendiendo que las manchas en progreso eran sombra para el hielo que lo protegía del calor de los magnesios. Las mareas le advirtieron que no hiciera más esfuerzos por saber aquel secreto que para él ya era concreto. Cada noche en el silencio, se formaba una silueta de algo espeso que crecía y que crecía con el tiempo. Sin descanso el pobre incierto, observaba los sucesos y cantando en las mañanas, se dormía sobre el hielo. Al pasar dos largos meses, ya era inmenso su desvelo y una noche, entre otras noches, iluminado por un cerro, vio la sombra de un dragón que escupía fuego negro. Advirtió a sus compañeros, que un dragón acabaría sus deseos y sus sueños incendiando aquel camino y derritiendo todo el hielo. Nuevamente estos pupitres, sus palabras no creyeron. 
Finalmente fue este niño quien peleó con el engendro y muriendo en el intento lo dejó sin puro aliento y destinado a ser sombra hasta el fin de los espejos.

sábado, 24 de diciembre de 2011

Fiebre de cólera

Ya comenzó a temblar tu cosecha. Mis brújulas manos marcan el fin de lo previsible. Tu ruleta demencia rompe el aurea de los pájaros. Una lluvia de alfileres sobre mi cabeza corta la electricidad. Espacio de tinieblas. Un rescate a cargo del segundero policía, por cierto rengo. Un cometa que me regala un sobre. Sobre de soledad. Lágrimas doradas. Las carrozas de viento, que escriben la historia, capturadas por una tormenta. La historia y la carroza confundidas. Felicidad forzada. Un árbol que me quiere adornar la cara. Tu semblante en forma de cajón. Cajón que se vuelve pesadilla. La caída libre. Cerezas aplastadas y suelos de arena, arena que te absorbe. Aire de plomo y para terminar... El silencio.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Calderón

Había una necesidad de inventar,
las estrellas aún dormían
no eran chocolates ni tampoco flores
no lo sé
pero una melodía nos seguía todas las noches
vos sabías que en el silencio existen lagunas
y que en cada calderón se detiene el tiempo
porque fue en un de esos calderones,
que el contorno de esa melodía se desdibujó
y al abrirse una puerta y una canción
apareciste como un niño
frente a uno de mis lunares más íntimos,
tu lengua corrió desesperada
y caímos en la laguna que nos vistió de negro…
te miré mientras lucías entre reflejos y sombras
y abracé tus diferencias para que mis juicios no corrieran
entonces entendí la impunidad de tu belleza
que no hizo más que extender la profundidad de las aguas.

martes, 20 de septiembre de 2011

De aquí para allá

De aquí para allá, de arriba hacia el centro y de nuevo hasta final,
las ruedas arrastran días de sol y de hierbas
desgastan los huesos de un río, allá arriba en las montañas.

De aquí para allá, nos detiene la difunta correa
nos saluda el mercado colorado,
un caballo anuncia el fin de las luces
un trágico desencuentro con el inconciente se desata,
emerge el tormentoso y sonámbulo crepúsculo,
parecido a la bruma y al deshielo
que al ingresar a las gradas se vuelve a congelar…

Por suerte al final nos esperan los lobos
que siempre están de buen humor y nos quieren de comer.

De aquí para allá y desde otra orilla suena la misma voz
que se convierte en canto, en aire de montaña y viento del Sur.

lunes, 18 de julio de 2011

De a tres

Suelta el hilo que cuelga de mis dedos,
huye por senderos que desagüen este agónico desamor,
derrite esos senderos,
conviértelos en riendas de suela,
acompañado por tus fieles mapas de origen (por cierto) alegórico
 y pídele al sol un deseo.

Permite el sigilo que esconden tus ventanas,
camina entre sus ansias y las mías,
pero no manches transparencias a destiempo
ni quieras darle forma al viento
(aunque parezca un satélite medieval).

Duérmete en su sexo,
que se nubla entre sus trenzas
y aunque busques en sus cabellos el fauno de mi vigilia
sigue el silencio subterráneo
(el de los astros)
hasta encontrarme arena y oscura.

Mi ninfómana estadía comienza a abrumarse,
pieles, limbos y espejismos recurrentes,
anestesiados pensamientos
(incluyendo las ciruelas).

Cruzada de eclipses,
me relajo un instante
y espero que duerman las sirenas
para sembrar un ramo de lilas
(en tus orejas)
y encontrarte en el páramo divino.

sábado, 25 de junio de 2011

El Acis de Sicilia

Durante las frescas noches del refugio, la bella ninfa Galatea se sentaba en una inmensa roca que le recordaba a sus ancestros. Con el corazón en la tierra, no dejaban de mirarse. Galatea aprendía a su lado el paso del tiempo pero no dentro del espacio, sino como el idioma que hablaba el viento. Les gustaba contemplar cuando la luna llena transformaba las lagunas en vientre de llanuras y las hacía copular con el reflejo de gruesas montañas. Dormían abrazadas entre estación y estación y pasaban horas escuchando el ruido de las hojas secas golpear la tierra.
Un día se adentró un Cíclope al refugio. Reclamó a su adorada Galatea, la raptó y amenazó a Acis, la roca, con dejarla amorfa hasta el fin de la existencia si ella intentase detenerlo. Acis no logró rescatar a su amada pero juró venganza.
Galatea fue secuestrada en la cueva de su victimario Polifemo. Allí paso días y meses encerrada bebiendo agua exprimida de las arenas húmedas y comiendo restos de hojas secas. Polifemo se acercaba en el alba, mientras ella soñaba, para oír sus anhelos. Luego soplaba sus pechos para poder ver con claridad sus pezones que tanto le inquietaban.
Una noche de rayos y tormentas Galatea aprovechó el estruendo para echar al viento un grito de desesperación. Éste viajó en el aire hasta llegar a Acis y contarle acerca del escondite donde se hallaba secuestrada su ninfa. Para ello entonces le pidió al río que la condujera a aquella cueva donde se escondiera el Cíclope. Al día siguiente, al llegar a las orillas de su cueva, Acis vio a Polifemo tomando agua del río. Cuándo él sumergió sus manos entre las rocas, ésta la aplastó dejando una de sus manos atrapada. Polifemo furioso juntó fuerzas y logró salirse de aquella batalla, pero su mano empezaba a morir. Todo su cuerpo empezaba a dormirse. Con la otra mano golpeó la roca y luego la arrojó al aire. El Cíclope agonizaba mientras Galatea, al escuchar la roca romperse en mil pedazos, corría inmediatamente hacia ella. Reconoció en aquellos pedazos a su amada Acis ya muerta.
Entonces con su sangre y sus lágrimas alimentó aquel río para poder bañarse en él cada día. Lo llamó el Acis de Sicilia y cuentan las montañas, las que más son de confiar, que de tanto bañarse en aquellas aguas quedó preñada y dió a luz tres críos: Gálata, Celto e Ilirio.

martes, 7 de junio de 2011

Transición

Las hojas callan, no temen
Lucen sus trajes de hilo castaño
Sus brazos carmesí,
Sus vértices filosos,
Sus alas rigurosas

Planean una fuga,
Un salto colosal
Un leve ardor entre sus tallos
Las inquieta al despertar

¡Ay, pobres las hojas!
Que al caer perderán sus sombras
Pero podrán ver por primera vez en perspectiva
A quien fue su amante toda la vida
Y enamorarse más en lejanía 
Como se enamoran las personas de los Dioses
Al no depender de ninguna anatomía 

Ya vienen las nueces y el almíbar
A extraer de sus tallos el color
Y en el éter golondrinas
Las elevan hasta el sol

martes, 17 de mayo de 2011

La voz tomada

Salgo a la calle. Sale mi garganta acompañada por un ejército de glútenes pegajosos. Es un día poco habitual, el aire se sale caliente por mi nariz. Sin embargo hace frío. En la vereda de enfrente unas placas terroristas dan un concierto de cámara para 13 instrumentos que me recuerda a Alban Berg. Suena agradable. Empieza a nevar. Los instrumentos se quedan blancos. Un hilo de luz atraviesa mis cuerdas vocales. Las deja sin aire. Crisis faríngea. Epiglotis abre una misa, convoca a los ganglios para rezar un credo múltiple de sanación. Éstos llegan atosigados por la mañana y obesos de culpa. Casi no se pueden mover, pero cumplen su deber en colusión. Irrumpe en la misa un nódulo desesperado anunciando que las cuerdas han sido secuestradas. Escándalo laríngeo. Los ganglios anuncian un toque de queda, los pólipos y los nódulos irán a refugiarse con Mamá Úvula. Epiglotis recluta las fuerzas armadas laríngeas para rescatar a las cuerdas. Se sospecha que las placas terroristas hayan interceptado el planeta Garganta con sus melodías atonales y que los ganglios sean sus aliados secretos. Glotis, hija de Epiglotis, ordena rodear el planeta Amígdalas. Efectivamente allí los encuentran, las placas terroristas, una comunidad en apogeo. Epiglotis manda a llenar tanques de propóleo y miel, fusiles de limón y escopetas de eucalipto para combatirlos. Los soldados obedecen, pero nada puede contra su poderoso sistema reproductivo. Las placas siguen conquistando Amígdalas y amenazan con hacer estallar Garganta para ser la nueva especie atonal con cuerdas. Glotis les ofrece un pensamiento a cambio de las cuerdas y el planeta Amígdalas. Un pensamiento, piensan. Valga la redundancia, eso les gusta.
Entonces el director Placton reúne a sus músicos que ya suman 200.000 y forman la orquesta sinfónica más grande del cosmos. Para convocar este pensamiento tocan una melodía Plactónica y luego un eclipse los devuelve al aire.

jueves, 21 de abril de 2011

Monólogo pretéritamente imperfecto

Quisiera que algún día se casara el café con las tostadas. El diario con el jugo de naranja. Que el sueño no me penetrara cuando estoy pensante por la noche o suspendida en la mañana.

Quisiera que los días tuvieran pausas en las que la gente pudiera verse desnuda. Que no exista la ropa interior. Quisiera entender el color de la lluvia, el del horizonte que se vuelve espuma, experimentar el sabor de una esponja en la ducha.

Quisiera que las nubes fueran cremosas, los árboles dulces. Quisiera salir a la calle y no temerle a las baldosas ni a su complejo sistema de lunares que se reproducen. Quisiera que el conocimiento fuera intercambiable y también el sexo por un día y entonces al fin sentirme un ser humano conciliable.

A veces quisiera no tener elección sobre qué querer sino una simple y concreta opción para escoger. Que un cumpleaños te sorprenda en cualquier fecha y no contar las horas entre estación y estación sino dar vueltas. Y vueltas. Y vueltas hasta que por fin un instante el inconsciente caminara de día como de noche de la mano de mi vientre que tanto se desconocen.
Quisiera que esta letra grande no me llamase más la atención que las anteriores y por eso hacerlas sentir inferiores.

Quisiera no querer el querer ser querida por aquellos que quisieran quererme más lejos de lo que yo quisiese que me quisieran querer y nunca más poder elegir quién querer ser, sino serlo sin querer.

miércoles, 6 de abril de 2011

Cáncer de Ideas

Es el momento de confesarles, mis queridos oyentes, que en mi cabeza prospera un tumor altamente maligno que se expande a lo largo de toda mi corteza cerebral. Ha invadido el continente más concurrido por mis neuronas hijas de La Corte del Paraíso que ahora se apagan y ensordecen con el canto de las rocas. Recuerdo el día que se instaló en mi jardín de epitálamos. Yo era pequeña, tenía una colección de cisnes y un lago de cuentos. También tenía una amiga, Felipa, a quien nunca conocí pero siempre me habló desde el edén a través de mis ojos. Nos divertíamos buscando el lunar más grande en las paredes de mármol de mi baño. Siempre me aconsejaba en la plaza con qué niños jugar y jamás se equivocaba.
Un día cayó un pedrusco con forma de arroz, no muy grande y allí se quedó en silencio. Con el paso de los días lo vi que empezaba a alimentarse de mis cisnes y de mis cuentos. No hacía otra cosa que engordar y perforar mis lóbulos temporales. Obviamente, Felipa murió aplastada y entonces yo sentí un gran vacío. Sin Felipa todo me generaba desconfianza.
Un día la piedra me empezó a hablar, a dar órdenes. Sembró miedos en todas las flores de mi jardín por lo que obedecí hasta quedar presa de sus mandatos. Así viví 10 años de mi vida, esclava de este cáncer y ausente en mis ilusiones. Mi mente ahora atrofiada corre un grave peligro provocado por la extinción de ideas en uno de mis hemisferios. El médico me dijo que escribiera cuentos para que volvieran los cisnes a mis lagos y así poder combatirlo. Por eso escribo.
Si dicho está este monólogo, entonces pueden ahora preguntarse mis queridos oyentes, si sus ideas no correrán el mismo peligro de ser víctimas reprimidas y ofuscadas de esta enfermedad que aniquila el inconsciente del ser humano echándolo a las irrevocables tierras de la mediocridad.

martes, 1 de febrero de 2011

El grillo y el pulpo

Todo comenzó en una bañera repleta de pieles y lenguas cocidas. Una luz pálida afilaba el mármol de las escaleras, dejándonos en penumbras como mariposas azules. Nos deslizábamos con el vientre entre los codos con plumas grises en la boca y sudor de caramelo en el cuello. Recuerdo mis pechos pegajosos, estridentes, parecían estrellas. Por un momento miré al techo. Había un pulpo que nos observaba, estático. Nos detuvimos a mirarlo. Era fucsia con bordes violetas. No dijo nada, sólo emitió un ruido viscoso. De repente ¡plaf! Cayó al piso. Lo observé de cerca. No tenía ojos ni boca ni pies, pero su redondez me dio la sensación de que estaba muy solo y quería que lo alzara. La bañera desapareció y quedamos él y yo solos. Alcé al molusco y al hacerlo me estremecí por la cantidad de viscosidad que emanaba la textura de su piel. En frente mío se dibujó una ventana. Ya estaba abierta. No quedó otra. Me sentí muy segura de arrojarlo al abismo así que con las dos manos lo saqué afuera. Antes de hacerlo, lo miré por última vez. Era un bebé. No entendí si era de carne o porcelana, pero me habló. Me dijo que ya sabía que moriría. Así que lo arrojé.


Caí en una playa. A mi derecha, un médano gigante amarillo y puntiagudo crecía sin límites. A mi izquierda, una hoja muy verde contrastaba con el médano y me sonreía. Un grillo vestido de traje se trepó a mi pie. Me dijo que le encantaría verme disfrazada de flamenco. Me causó gracia. Conversamos un largo rato. Le confesé que temía el mar profundamente y le pedí que me llevara lejos de él. Me invitó a su casa de fresias, detrás del médano. Acepté. Caminamos entre veredas de amapolas y ramos de jazmín, yo llevaba un vestido celeste hasta las rodillas. Al llegar me quitó el corpiño y me pidió que me disfrazara de fresia. Me causó gracia. A él no. Me dijo que se acercaba una ola larguísima. Observé lejos: el mar ya empezaba a derretir los médanos. Corrí espantada. Resolví huir pero el grillo seguía posado en mi ojota. Me enojé y lo arrojé al agua. Luego me arrepentí pero ya era tarde.

domingo, 23 de enero de 2011

Bomba craneal

Finalmente estalló la bomba en mi cabeza. Volaron espejos por todas partes. Los vidrios se iban convirtiendo en limones verdes. Luego naranjas. Sangraban pis amargo de limón. Bailaron su coreografía ácida durante toda la noche, hasta pudrirse. Desde aquel mugriento y oloroso pantano los recuerdos se volvieron ceniza para resurgir perfectamente limpios. Esta vez parecían tomates. Quería que fueran tomates y probar el pis dulce de tomate con aroma a semillas verdes… ¡Oh!...¡Sí!¡¡¡Eran tomates!!! Los recibió una de mis neuronas, la más retraída de la comunidad neuronal. Se llevaron de pelos. Mientras se vestían unos a otros recordé la era de los tomates, tan fresca como un banquete navideño. Se me daba por cantar desnuda entre las hierbas y plantar zanahorias. Cada tanto pintaba una tortuga, un pez o un hámster y los mezclaba con el agua y el vinagre. Se murieron. No importó. Vinieron las extensas charlas con Pinina, mi muñeca de trenzas, enredadas en el balcón. Sonaba una orquesta lejana en el medio de un campo. Dirigía un tomate gordinflón. La orquesta tocó durante tres días sin parar. El cuarto día el tomate estalló y la huerta rompió en aplausos.  Al toparme con ella no pude parar de llorar. Lloré horas y horas. Fue glorioso.

domingo, 9 de enero de 2011

Pausa

Hola, nos casamos?
Casémonos mañana… y… pasado! Y… tambien tras pasado… bueno… porqué no el día que sigue después de mañana? O quizás…. Mañana por la noche, o este mediodía a la tarde. Nono. Jueves al medodía! Sí si los jueves hay ravioles con variedad de salsas. Podríamos armar la salsa que más nos identifique: tomates con ajo aceite y leche.
Eso me gusta. Sino los viernes hay Uvas y de postre Yogur de Almendras.
Los miércoles hay tenedor libre, son demasiadas opciones y…bueno, no logro tomar una decisión… (es importante estar decidida en el momento de casarse). Los martes no nos dejan opción: Cocktail de Berenjenas (Rojas o Verdes, como te gustan a vos mi amor)
Y los lunes… son lunes, los relojes se atrasan y hace frío.
En fin… podríamos inventar un día con todos estos retratos y colores y congelarlos en un refrigerador.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Relato a una nariz

De tanto en tanto mi nariz crece. No se sabe hacia dónde pero crece. Y como todas las narices, la mía también se dilata. Mis mocos son mimosos. De tanto en tanto cantan una canción antes de irse a dormir. Flujo, baba, secreción. Se divierten, sí.
En frente mío, una nariz busca otra nariz dentro del mundo de narices nasales posiblemente constipadas por otras narices gangosas. Luego de un largo y arduo silencio se me acerca una punta con cara de oreja y me dice: ÑA ÑEM ÑIS. Pienso. Piensa mi nariz. Piensan mis mocos. Están más confundidos que nunca. Es que huele tan rica aquella puntita nasal que se irgue también mi punta y crece, crece tanto que se van a chocar y wowwww!!! qué hermoso día es hoy!!! La saludo con un beso de nariz y me voy. Inmediatamente se cruza otra nariz. Cabizbaja, triste. Tan pero tan triste que no se le ven los ojos. Se contrae. Hace un esfuerzo por levantar su punta respingada pero se le cae más abajo. Solloza vacía de mocos. Hueca. Tan sola. Pobrecita. Pienso. Piensa mi nariz. Piensan mis mocos. Están acongojados. Es que esta nariz no podría elevarse porque al hacerlo su punta terminaría en el piso y moriría de deformidad nasal. Mis mocos le cantan una canción de rancho para acompañar el sentimiento. Un instante me miró con cara de ombligo. Sus agujeros mas contraídos que nunca. No me gustó. Me fui.
De tanto en tanto se cruzan los caminos. Crece mi nariz y se dilata. Eligen mis agujeros. Cantan mis mocos. Observa mi punta. ÑA ÑEM ÑIS. Fin.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Tomen aire, es tiempo de algas

 Es tiempo de algas. Aquí mismo. En mi cabeza. Se enredan, engordan, dibujan. Flotan verdes, azules y pardas. Puertas. Algo. Un quiebre. Me visten, explotan, vida. Aquí mismo. En mi cabeza. Crecen, se multiplican en largos océanos. No muestran piernas ni brazos ni sexo. Solo ellas, me hunden. Secan la luz de mis intestinos y penetran. De distintas formas, con dulces aromas. Profundísimo. Penetran, perforan mi cortex motor. Descansan en la oscuridad, la privación. Dibujan cuadros, mujeres barrocas con pieles amarillas, gastadas. Hermosas. Tiñen la viscosidad de mi cerebro en diversas formas que a su vez cloroformizan esas formas reformadas en una sola forma que se diluye con la luz y finalmente forman un espejo de espesas aguas. ¡Oh grandioso mundo de pigmentos! Sobre rocas desnudas ahora cantan sus vellos grises. Puertas. Un quiebre. Aquí mismo. En mi cabeza. Es tiempo de algas. Se envuelven. Sus miembros se mezclan en mis raíces, se mezclan y me entuban. Me dan a probar su aire líquido de perlas. Fucus Jubatus. Aquí mismo. En mi cabeza. ¿Dirección? No existe.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Coral

De tu espalda nació un terciopelo azul en forma de flor y millones de estrellas brotaron de mi ombligo para protegerla.
Nuestros cuerpos, cubiertos de manos y pies, bailaron entre las sinusoides y eternos como la arena y el sol, habitamos en cada burbuja del océano.
Por debajo de la tierra me hacías cosquillas provocando severos terremotos
Y con la punta de mis raíces acariciaba tus pies.
Por suerte caímos en este cuadro
Cósmico, inabarcable
Y ya no tememos ahogarnos en la superficie.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Desencuentro

Me caí en un charco.
Pero no hizo ruido.
Lo noté enojado.
Dijo: las paredes han crecido

Mi coxis coquetea mientras lo miro
Procuramos dialogar sin hacer ruido
Sino mi bombacha se hubiera hinchado
Y por no dormir el charco se habría enfadado.

Una voz canta en mi cabeza con flores de jengibre
Yo le devuelvo un cuento con melodías simples.
Dulce de pudor me patino con su piel
Y caigo sin saber a dónde ni por qué.

Pero el charco se confunde entre el coxis y la hiel
Es la hiedra quien lo envuelve entre aromas de mujer.
Al mirarlo me miró con ojos de caracol
Su reflejo no es espejo sino un blando tornasol

Es que llueve de manera abundante
Él se evapora y no es más claro su semblante.
Agrietada está su alma de charco enfadado
Lo quise acariciar pero mis manos se tajaron

Ahora hace ruido y el agua se ha enfriado.

Sangra mi herida, se arrugan mis pies
Ya no existo en su reflejo
Más tarde volveré.

sábado, 23 de octubre de 2010

Huecos

La masturbación del deber ser pretende conquistar el espacio y con su capa azul convierte la vida de miles de colores en desgracia. Yo también le creí. Me prometió me enseñaría el aire de laurel si me trepase a su espalda y no lo dudé un instante.

 Fueron días amarillos. Las baldosas ocultaron sus lunares y de la tierra nacieron miles de ladrillos, tantos pero tantos, que aprendieron a apilarse solos.

La caminata se volvió fastidiosa. Y absorta por la efímera silueta del instante, el trauma superó las pieles del pasado.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Manifiesto

De alguna manera, tu forma de ser no me perdona. Discrepancia, incompatibilidad, y sobre todo el desorden, son las enfermedades que no nos dejaron opción. No significa que no hayamos pasado por varios intentos fallidos de remediar la situación y de montar la ficción más grande, que sin duda fue, esto. NOSOTROS, sostenidos por, ideas, bañados en, chocolate. Es más, quizás el miedo a derretirnos fue lo que nos hizo volvernos tan glotones y olorosos.
¿Auténtico? no por favor…todo menos eso. No encuentro la talla indicada para intimidar tu racionalismo constante, ese que me fastidió durante numerosas y extensas madrugadas, hasta hacerme estallar las neuronas en mis pulmones. 
No me entra el aire, no puedo respirar. 
Ahora se fue… sí, mucho mejor.

sábado, 2 de octubre de 2010

Estabas Despertando

Amanecí con las manos frías. Mis pies seguían adormecidos en una posición fantástica. Quise distinguir el izquierdo del derecho para lo cual tuve que observarlos un largo rato, siguiendo el camino desde mis piernas. Me acordé de tus pies con los míos. Tu apariencia imprevista resonó forzosamente en mi consciencia. Abrí y cerré los ojos tres veces buscándote en otro lugar que no fueran mis pies, mejor dicho, en mi inconsciente. Es difícil recordar con consciencia lo que uno creó sin ella. Revolví todos los rincones, husmeé hasta por debajo de las alfombras y por encima de los calefactores, por entre las plantas y trepada a las columnas de la galería llegué a sentirme la más ridícula de todas… Pero no me cansaba. Por instantes creí que te encontraba pero te desdibujabas fácilmente.
Entonces, decidí llamar al ingeniero. Le conté la angustia que sentía de no poder encontrarte en un lugar tan mío. Lo primero que me dijo fue que tenía que parar y que mi actitud era intransigente. Me contó que cuando él no logra resolver sus secuencias aritméticas sale a caminar y observa las imperfecciones de las baldosas. Al volver se sienta y resuelve todo en un solo instante. Luego me habló horas y horas a cerca de la belleza de la linealidad de los sistemas y otras cosas más que me aburrieron y tuve que colgar.

Pasaron unas horas de soledad y frustración cuando pensé en llamar al administrador: él iba a encontrar la forma más indicada de ordenar mis pensamientos y así buscaría con más facilidad. Me atendió muy ocupado, pero me aconsejó que prestara atención a todos los acontecimientos que me rodearan y los metiera en cajas, así ellos no perturbarían mi vista y entonces quizás te encontrara en el camino. Me pareció bastante lógico, así que comencé a guardar los muebles, los adornos, mis perras, mis ansias y mis peluches, todo clasificado y en cajas, hasta vaciar la habitación. Pero no apareciste.

Mi frustración creció tanto que no cabía ni en las cajas más grandes que conservaba. Empecé a llorar desconsolada sobre un sillón que se había acomodado por ahí. Un extraño se acercó hacia mí. Sólo lo sentí y noté que se acomodó a un costado del sofá. Lo miré un poco borroso y me saludó con un brusco beso en la mejilla. Sonreí apenas como en forma de agradecimiento para que pudiera seguir su camino tranquilo, pero él me arrimó hasta su pecho. No me molestó, simplemente seguí sollozando. Luego de un tiempo me sentí rara: me perturbaba pensar que podrías llegar a descubrirnos en esa situación, lo cual no sería justo, pero al mismo tiempo nada me forzaba a apartarme de él. Conservaba una naturaleza galopante que me devoraba y me llenaba de ansiedad. No aguanté más, el corazón me golpeaba en el pecho y tenía que contarle lo que me pesaba, pedirle que me ayudara a encontrarte. Me sequé los ojos y lo miré. Abrí la boca para decir algo, pero no pude. Mis manos estaban frías y mis pies adormecidos. Quise distinguir el izquierdo del derecho para lo cual tuve que observarte un largo rato.

Claro que sí, eras vos.