La masturbación del deber ser pretende conquistar el espacio y con su capa azul convierte la vida de miles de colores en desgracia. Yo también le creí. Me prometió me enseñaría el aire de laurel si me trepase a su espalda y no lo dudé un instante.
Fueron días amarillos. Las baldosas ocultaron sus lunares y de la tierra nacieron miles de ladrillos, tantos pero tantos, que aprendieron a apilarse solos.
La caminata se volvió fastidiosa. Y absorta por la efímera silueta del instante, el trauma superó las pieles del pasado.
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