Por las noches Milena, la de los ojos violetas, se asomaba al río, el llamado Aqueronte de las almas muertas. De cerca proyectaba su rostro entre las sombras. Se miraba. Se reía. Se volvía a mirar. Su belleza era tan pálida que iluminaba las aguas como la luna el horizonte. Pasaba horas y horas frente aquel río hasta perder noción de las estrellas. Un oso la observaba de lejos con disimulada obediencia, comía pétalos dorados de jazmín. Milena sintió una contracción en el vientre. De sus manos cayeron gotas que alimentaron al río. Luego pudo verlo entre los árboles, sus ojos negros. Allí se quedó dormida. La noche siguiente volvió al río, esta vez en busca de la criatura. Estaba empapada de rocío. Apareció el oso con su hocico dorado de nuez.
-Tú eres Milena, la de los ojos violetas.
-Sí.
-Mañana tendremos un hijo…
Ella no sonrió. Lo besó en el hocico y le dijo.
-Vivirá en este río, pero podrás mirarle todas las noches.
El oso la abrazó con su melena húmeda. Luego desapareció. Milena volvió a mirarse entre las sombras. Su pelo había oscurecido y de sus manos chorreaban pétalos de jazmín. Al amanecer la rodearon las hierbas y los hongos empezaron a crecer.
ajajajaja muy bueno lo de otra realidad!
ResponderEliminarMuy bueno. Perfecta redacción.
ResponderEliminarcomo siempre te digo y te lo pude decir personalmente!! nunca dejes de escribir y poder a través de las letras expresarte!!
ResponderEliminarBesos y muy bueno!!!
Vero
MUY BUEN TEXTO!!!! MUCHA IMAGINACIÓN Y UNA PERFECTA DESCRIPCIÓN
ResponderEliminarLLEGUÉ A TU BLOG GRACIAS A MI AMIGA VERITO Y MENOS MAL PORQUE A PARTIR DE AHORA TE TENGO LINKEADA EN MI BLOG PARA SEGUIRTE
SALUDOS